"La huella humana que modeló el territorio de Ciudad Mallorquín"
El área no corresponde a un relicto de bosque seco tropical, sino a un territorio que ha sido transformado por la acción humana durante casi un siglo.
Un reciente estudio científico del Instituto de Desarrollo Sostenible (IDS) de la Universidad del Norte puso fin a una de las mayores controversias sobre el proyecto Ciudad Mallorquín: el área no corresponde a un relicto de bosque seco tropical, sino a un territorio que ha sido transformado por la acción humana durante casi un siglo.
La investigación, liderada por Juan Camilo Restrepo, profesor asociado del departamento de Física y Geociencia y director del IDS, analizó 76 años de información cartográfica, fotografías aéreas del Instituto Geográfico Agustín Codazzi (IGAC) e imágenes satelitales comprendidas entre 1948 y 2024. El equipo aplicó técnicas de fotointerpretación y cálculo de índices de paisaje para medir cambios en las coberturas, usos del suelo y fragmentación vegetal.
El estudio encontró que la génesis de la transformación del terreno está ligada a las obras de los tajamares de Bocas de Ceniza (1925-1936), que modificaron la dinámica del río Magdalena y dieron origen a la ciénaga en la década de 1950. Antes de 1960, en el área no existía un bosque maduro ni manglar consolidado. Las coberturas vegetales aparecieron como resultado de procesos sucesionales posteriores a esas alteraciones geomorfológicas.
La investigación también revela que la intervención en este territorio ha sido continua: desde las primeras vías de comunicación en los años 30 y 40, la minería que alcanzó su punto máximo en 1984 con 70 hectáreas explotadas, hasta los desarrollos urbanos de Villa Campestre en los 80 y 2000.
Pese al auge urbanístico de los últimos 20 años, el análisis muestra que la cobertura vegetal no ha desaparecido; al contrario, la ciénaga ha incrementado su manglar de 35 hectáreas en 2004 a 48 hectáreas en 2024. Para los investigadores, este crecimiento es evidencia de que, con un manejo ambiental adecuado, el desarrollo urbano puede coexistir con procesos de recuperación ecológica.
Ciudad Mallorquín: urbanismo con enfoque ambiental
Con estos hallazgos, Ciudad Mallorquín se consolida como un barrio sustentado en la realidad histórica y ambiental del territorio. La iniciativa articula a diez de las principales constructoras del país para ofrecer 16 mil viviendas, muchas de ellas de interés social, en un área estratégica del norte del Atlántico, contribuyendo a reducir el déficit habitacional del departamento.
Este nuevo barrio ya tiene construidos 12 kilómetros de nuevas vías, varias entradas y salidas para mejorar la conectividad, y 4,5 kilómetros de ciclorrutas como alternativa de movilidad sostenible. Bajo el concepto de ciudad compacta, busca reducir la huella de carbono al disminuir los desplazamientos hacia zonas periféricas.
El corazón verde de esta apuesta urbana es el Parque El Tesoro, que alcanzará más de 60.000 metros cuadrados y se convertirá en el parque urbano más grande del área metropolitana de Barranquilla.
De acuerdo con el IDS, el verdadero debate sobre Ciudad Mallorquín debe partir de esta evidencia: el territorio no es un relicto de bosque seco tropical, sino un espacio que ha estado marcado por la intervención humana durante casi cien años. “Ni el bosque maduro ni el manglar preceden a las obras de los tajamares. La fragmentación del paisaje es un fenómeno de larga data, no atribuible al proyecto actual”, concluyó Restrepo.
El estudio abre la puerta a un diálogo más técnico sobre el futuro del área y plantea un reto: lograr que el desarrollo urbano y la restauración ambiental avancen de la mano, en beneficio de Barranquilla, Puerto Colombia y toda la región Caribe.
Por el Departamento de Comunicaciones de Argos